domingo, abril 30, 2006

EN EL MUNDIAL NO PATEARAS ASI NO?

LA NOCHE VENIA CALIENTE ESTABA LLENO EL LUNA PARK


Ritual. Podemos estar hablando de gente que celebra, agradece o pide a su dios. Y podemos estar hablando de una acción cotidiana. O, como el miércoles, en el llamado "Nuevo Ritual en el Luna": estamos hablando de las dos cosas. A Los Piojos les gusta esta palabra. De hecho, su primer disco en vivo se llama así: Ritual. Y no podría aplicarse mejor, también para esta nueva presentación donde el altar escénico es el primer acierto: fondo negro para los símbolos piojosos en blanco, sin más. "Teníamos ganas de verlos en un lugar techado, que se sintiera el calor de todos", introduce Andrés Ciro. Por eso, un lugar que les queda chico, pero que les resulta acogedor. Y, también por eso, la modalidad publicitaria de los shows limitada al boca en boca y al sitio web de la banda. "Está bueno esto de tocar sin publicar nada", dirá después el cantante, justo antes de tocar Buenos días, Palomar, uno de los dos temas nuevos (el otro: Llega el tren) que ya habían presentado en Boca, a fines del año pasado. A priori, estaba claro que esta serie de presentaciones no iban a traer nada nuevo. Y así fue. Ya mucho más aceitados (y energizados) que en las primeras fechas post año sabático, y con más libertad que como teloneros de Los Stones (que Ciro evoca: "¿quién estuvo ahí ese jueves de lluvia? Impresionante") se concentraron en hacer show. Con una elección de temas de todos sus discos, distribuidos en pos del timming del público: uno poderoso, uno más lento, y así. Con algunas versiones demasiado estiradas, como es el sello de sus "vivos", como cuando hicieron A veces y Quemado (con el clásico mix con Don't Turn Blue, de Sumo). Con hits, claro (El farolito, Como Alí), pero no tantos. Una vez, Andrés Ciro explicó que si la idea de un proyecto solista le había parecido tentadora, al menos, por momentos; la imagen que lo hacía echar atrás era la de "los piojosos" que se habían tatuado por la banda. De entonces a ahora, la materialización del homenaje en algo tangible: los primeros 387 fans (su número cabalístico, 87 = piojos) que llegaron con tatuajes alusivos, entraron gratis. En el Luna no hubo sorpresas pero sí altos momentos: Luz de marfil post Gieco (la incluyó en su último disco Por favor, perdón y gracias), la bella Fijate en la voz del bajista Mickie Rodríguez, la salutación tipo kermese en Finale (como siempre, con lectura de banderas), la dedicatoria a Gabriel Ruiz Díaz, de Catupecu ("quiero que le tiremos una onda para que se reponga cuanto antes"). Porque fue, más que nada, un encuentro primal y casi íntimo con los feligreses. Con los que tienen el símbolo tatuado (li teralmente).
Fuente:Clarin

martes, abril 04, 2006

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